^^
O cómo demostrar la inexistencia de esta silla.
Antes de nada, vaya por delante que yo soy una persona de equinoccios. Adoro la primavera porque ella me adora a mí, o sea que es un amor egoísta que cada año me saca a relucir las pecas y los coloretes y me pone más contenta sin motivo, como si de una sobredosis de hormonas adolescentes se tratara, y me gusta el otoño con sus tonos ocres, su olor especial, su vendimia, su magosto y toda la perigandaina. No me sientan nada bien ni el frío ni el calor, y aunque tampoco es que sufra por las inclemencias del tiempo (el microclima es lo que tiene, amig@s) he de romper una lanza en el ojo de lo que ha venido a llamarse la "ropa de entretiempo".
Tal cosa no existe. Me refiero al entretiempo; la ropa la hay de todos los estilos, diseños, tamaños, tejidos, precios, calidades y colores que pueda uno imaginar, y de moda no pienso hablar porque todo el mundo sabe que soy un chicazo y no sé si este año se lleva la laca de uñas color berenjena tostada o las faldas plisadas con sisa imperio. De hecho, no tengo muy claro qué es una sisa, y estoy de imperialismos hasta mis pequeñas tetas, así que hablemos del (entre) tiempo.
Aquí en *la comarca* presumimos siempre de chorradas climatológicas, y si no, atentos al refranero local: "Las Fiestas de la Encina y el invierno encima" o "Nueve meses de invierno y tres de infierno", pero la cosa es que lo que no sepa el refranero no lo sabe ni el diablo, viejo y pellejo como es, y curtido en mil batallas como está. Aquí, lo dicho, todo está escrito. Vamos, que Lawrence de Arabia no habría tenido futuro ninguno como Lawrence del Bierzo.
Según acaban de recoger los tenderetes los feriantes encineros (cosa que ocurre cada 10 de septiembre sin que falle ninguno) amanece un día de perros rabiosos, con lluvia vietnamita de esa que cae en todas direcciones (Forrest Gump dixit) y un vientecillo helado (que no "viejecillo pelado", Mortadelo dixit) que le quita a una hasta las ganas de vivir. Todo esto con el organismo adaptado a los 35 grados que, como mínimo, esta menda flacucha y lerenda lleva acostumbrada a soportar desde hace meses. O sea que aquí pasamos de la chancleta y la camiseta de tirantes al forro polar con cobertura de "anorás" de plumas barra disfraz de Michelin de un día para otro.
Pero no queda ahí la cosa, no... Luego a principios de marzo, un día sin venir a cuento y sin previo aviso de Mario Tipazo, nacen de repente legiones de moscas, abejas, abejorros y primos de éstos, cohortes de flores brotan como por encanto en los jardines de éste, mi inglaterro barrio, y de la noche a la mañana deja de oler a frío y empieza a oler a mimosos en flor, mientras hordas de alérgicos estornudan por doquier y contemplan llorosos el primaveral a la par que polinizado panorama, el bosque revienta de vida, los gatos andan á xaneira, hay sexo por todas partes, y dice una:
"Pues me voy a ir de tiendas a comprarme algo nuevo de entretiempo..."
¡Craso error!
Trescientos euros mediante (y eso que yo compro todo en Mango, Estrafalarius, Bershka y sitios así...) llega una a casa con una bolsa diminuta y otras dos que podrían pasar por pequeñas, porque todo lo de entretiempo entra dentro de la categoría "si no enseñas el intestino grueso no eres cool" y pesa menos de diez gramos, lo que un hueso de aceituna. Y viene a abrigar lo mismo. La noche siguiente a la tarde de compras, las temperaturas no es que desciendan, es que se precipitan al vacío (coincidiendo con la Semana Santa, año sí, año también...), y cae tal manta de hielo que te entran ganas de sacar los patines. La cuestión es: "Para estar bella, ¿hay que morir?" y también: "Si no puedo estrenar hoy esta camiseta, juro por mis muelas que dormiré abrazada a ella, con lo que rasca la etiqueta y todo..." y por supuesto: "Mira, pues paso de todo y me calzo mis botas de siete leguas y mis bragas de cuello subido y hala, ande yo caliente..." y acto seguido: "Pero claro, es que con esta microfalda y los pendientes azules iba a estar preciosa..." y después: "Mira, me quedo en casa en pijama a ver si consigo de una vez por todas montar esa estantería..." y cuando tu cita llama a la puerta (eso si tienes cita, claro...), tú estás aún en albornoz, mordiéndote las uñas hasta llegar a los sobacos (ooops, perdón, axilas...) (boh, tecnicismos a mí...) y al final no te da tiempo a pintarte las uñas de color berenjena tostado ni a tomar una decisión fría y calculadora (como la situación isobárica) y te calzas las mules y te enroscas la microfalda, y epatar, epatas, pero claro...
... ¿qué más da que ligues, si morirás de catarro al día siguiente?
Qué vida ésta. Para que luego digais que soy un chicazo... :D
Que sí, que ya sé que lo he dicho yo...
^^
Monday, 30 March 2009
La ropa de entretiempo
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4 comments:
Qué grande. Mancantao.
Flipaaaantee.
Lo del anorásss me ha encantado
jajajjaj.bercianismos puros
¿Esa es la falda San Miguel?
Tocayina, te ubiquín a este otro postín de mi bloguín con amorín :D
http://hesterbeat.blogspot.com.es/2010/05/palabrinas-bercianinas.html
Nueva, 'Tis, y aún existe, y sigue triunfando wherever it goes :D
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